El 1 de diciembre se festeja el “Día del Barrio de Villa Luro”, al hablar de esta celebración tenemos que recordar que la misma nació por iniciativa de la Junta de Estudios Históricos de Villa Luro, en recordación de la inauguración un 1 de diciembre de 1911 del Apeadero Villa Luro. Esta precaria instalación ferroviaria perteneciente al ex Ferrocarril del Oeste (FCO) conocida como, El Cajón, por sus características constructivas, se encontraba ubicado en el cruce de las vías, con las calles Cortina e Irigoyen. Fue por medio de una solicitud, que al ser presentada en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se dio inicio al expediente Nº 2373-D-2002 de esa manera surgió la Ley Nº 949 que fue sancionada el 5 de diciembre del 2002 estableciendo esta fecha, como punto de referencia histórico.
Al propio tiempo para los hinchas velezanos, quienes consideran a las palabras barrio y club como sinónimos, esta jornada se convierte en un doble festejo, porque ese mismo día el Club Atlético Vélez Sarsfield obtenía la Copa Intercontinental en Japón, al vencer por 2 a 0 al Milan de Italia, en el Estadio Nacional de Tokio, esto aconteció un 1 de diciembre de 1994.
Villa Luro nació al lado de las vías del ferrocarril, la aparición del tren incidió en su proceso de formación, por lo tanto existe un antes y un después de su llegada, una historia en común que comparte con los otros barrios que integran la Comuna 10. Con su arribo empezaron a llegar al lugar sus futuros pobladores, quienes se instalaron con sus familias dispuestos a trabajar, en una zona rodeada de quintas, hornos de ladrillo, potreros, lagunas, pajonales y calles de tierra.
En 1929 el poeta Nicolás Olivari escribió el libro El Gato Escaldado, del mismo surge la poesía Canción Ditirámbica a Villa Luro, antes de analizarla tenemos que ubicarnos allá lejos y hace tiempo en aquella década del veinte, a fin de comprender la descripción que realiza sobre el barrio, ya que nos dice:
“Villa Luro, transitando tus inéditos crepúsculos te asomaste entre banderas de remate que servirán de trapo para las revoluciones, mientras son tus chirolas de suburbio los milagrosos mil ladrillos que prometen las triquiñuelas de los rematadores” o Villa Luro: tanto barro como para moldear el mundo, y el verde nilo de tus pastos proletarios forma el sendero que nuestros pasos pierden en el paréntesis de tus charcos”.
Asimismo podemos recordar un artículo publicado por el diario La Nación un 2 de diciembre de 1911, tal vez el primer hecho policial en la historia barrial, pues afirmaba en su encabezado lo siguiente: “UN MENOR AHOGADO – por salvar a una vaca”, posteriormente daba los detalles de lo sucedido expresando:
“A las 10 de la mañana de ayer ocurrió un lamentable accidente en un terreno baldío existente, en Gaona y Víctor Hugo, jurisdicción de la Comisaría 40. En dicho terreno existe una laguna que tiene de 3 a 4 metros de profundidad, en la cual había caído una vaca que iba a ahogarse. Juan Morello, de 12 años, al ver que el animal iba a perecer, se internó en la laguna para salvarlo, cayendo entonces él en el sitio donde había más profundidad. Otros menores que vieron desaparecer a aquél hicieron esfuerzos para salvarlo, pero Morello no volvió más a flote de agua hasta que fue extraído su cadáver por agentes de la comisaría 40. El animal se salvó por sí solo. El menor Morello era argentino y vivía con sus padres en la casa de la calle Araujo 463. La autoridad policial que comprobó el accidente, dio cuenta de lo sucedido al juez de instrucción en turno, Dr. Del Campillo”.
En los tiempos actuales a muchos seguramente les cueste creer en estas historias, pero a principios del siglo veinte, Villa Luro era una mezcla de campo y ciudad, luego llegaría el progreso, fruto del esfuerzo cotidiano y solidario de los vecinos. Esto fue posible, gracias al acompañamiento de un medio de locomoción muy popular, el ferrocarril, un invento revolucionario que aceleró el crecimiento económico del mundo, al impulsar el comercio. Sin embargo en su momento intentaron destruirlo, solo tenemos que recordar algunos gobiernos, como el de Frondizi, con su plan Larkin, a fin de reducir el déficit estatal y favorecer a la industria y el transporte automotriz o el de Menem que en su afán por bajar el gasto público no dudaba en cerrar ramales, estaciones o suprimir los servicios de pasajeros de larga distancia.
A 112 años de la apertura del Apeadero Villa Luro, los villalurenses recordamos con alegría este hecho histórico, pues nos sentimos identificados con nuestra estación, un lugar de encuentro permanente para el vecindario, puesto que al transitar sus andenes nos vemos con quienes llegan, junto aquellos que parten, pero también con esa gente que detiene su marcha por unos instantes, quizás para hablar de bueyes perdidos y luego seguir su camino, generando de esa forma un movimiento lleno de vida, sobre esos rieles del oeste porteño.
En ese sentido nos sentimos orgullosos de llevar en nuestros corazones, a los talleres ferroviarios Liniers - Villa Luro porque se convirtieron en una fuente de trabajo muy importante para la comunidad y de igual modo a sus viejos ramales, los cuales fueron tan reales, que tuvieron su propio tiempo convirtiendo a la estación Villa Luro, en un importante nudo ferroviario. Todos ellos se encuentran fuera de circulación desde hace muchos años, producto del crecimiento demográfico de la ciudad y el funcionamiento de otros medios de transporte. Entre las vías férreas del pasado, podemos nombrar primero a la que desde Villa Luro se dirigía al barrio de Versailles que estuvo en actividad desde 1911 a 1952 y después aquella que nos conducía a la estación de Sáenz Peña, del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, bordeando el límite de los barrios de Monte Castro y Villa Real y que funcionó desde 1909 a 1938. Un tren de pasajeros inolvidable, es que hasta el escritor Alejandro Dolina lo recuerda en El Libro del Fantasma, pero con humor, visto que en uno de sus capítulos nos expresa: “Los narradores de historias han inventado muchas mentiras. Por culpa de ellos, la gente ha llegado a dudar de la existencia de cosas tan evidentes como el Ángel Gris de Flores y –por otro lado- hay quienes creen en leyendas tan fantásticas como la del ferrocarril que corría entre Sáenz Peña y Villa Luro”.
También podemos agregar al ramal de carga que dejó de funcionar en 1951. Aquel legendario tren carguero que al llegar al barrio, se desviaba en cercanías de la calle Homero continuando su marcha, por donde más tarde se construyó la Avenida Perito Moreno (actual autopista) y desde allí seguía su rumbo hasta la estación de Ingeniero Brian, a orillas del Riachuelo. A la altura de la avenida Juan B. Alberdi, sus vías pasaban muy cerca, de la casa donde nació y vivió Alberto Castillo, el cantor de los cien barrios porteños, una leyenda del tango arrabalero, el que impuso su estilo durante la época de oro del tango, un querido hincha velezano, que desde su niñez concurría a la vieja cancha de Vélez, ubicada en la calle Basualdo 436 conocida popularmente como el Fortín de Villa Luro.
En su recorrido atravesaba diferentes barrios, entre ellos Nueva Pompeya. Su presencia fue evocada por la poesía tanguera de Homero Manzi, un vecino ilustre del lugar, quien amó a ese suburbio orillero y fue en la letra de Barrio de Tango cuando en sus versos se encarnó esa pasión, al expresar: “Un pedazo de barrio, allá en Pompeya, durmiéndose al costado del terraplén. Un farol balanceando en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren”, resulta claro que a su paso dejo una huella imborrable en la ciudad.
Afortunadamente comenzó en el país, un proyecto para recuperar y modernizar el servicio ferroviario, luego de largas décadas de abandono, finalmente el grito de la sociedad exclamando ¡Que vuelva el tren! se convirtió en realidad. Considerado el mejor medio de transporte para llevar mercancías pesadas, resulta al mismo tiempo ideal para fomentar el turismo social, trasladar a la gente a sus lugares de trabajo o estudio, potenciar las economías regionales, mejorar la conectividad entre las ciudades del interior y cuidar la salud de todos aquellos que habitan en lugares inhóspitos, recuerden al respecto a esos históricos vagones sanitarios. A todos estos beneficios tenemos que agregar un dato muy interesante, dado que es el medio de transporte que menos contamina y sus tarifas resultan totalmente accesibles a la población.
En cuanto a eso tengamos presente que fue durante la primera presidencia de Perón, cuando en la basílica de Luján se reunieron las autoridades nacionales, eclesiásticas y provinciales para proclamar como patrona de los ferrocarriles argentinos a la virgen de Luján, esto ocurrió un 24 de abril de 1948. Con la implementación de esta medida, su imagen comenzó a ser entronizada en las estaciones ferroviarias, así pues, la iglesia empezaba a dar señales de apoyo a la transformación social que se vivía en esos momentos, producto de la aplicación de una serie de medidas que mejoraban la calidad de vida de los trabajadores y sus familias. Estos acontecimientos fueron el resultado de grandes cambios políticos que generaron esperanza en el pueblo, porque al convertimos en un país sin deuda externa, nacía la independencia económica, una herramienta fundamental que fue utilizada para poner en práctica la justicia social y ejercer efectivamente la soberanía política, surgiendo de tal forma, un nuevo proyecto de nación.
El lugar donde vivimos tiene una identidad, que surge de nuestras acciones cotidianas y de ese vínculo que nos une con todos aquellos que nos precedieron, la Ley Nº 949 representa con sus fundamentos, el sentimiento de un grupo de vecinos, que oportunamente se organizaron y peticionaron a las autoridades para lograr su sanción. Ese fue el mecanismo elegido, para transmitir a las futuras generaciones todas sus vivencias y afianzar el sentido de pertenencia al barrio de Villa Luro.
Jorge Luis Santiso
Integrante de la Asamblea Barrial de Villa Luro
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