El sábado 19 a las 19 hs. en la pequeña pero acogedora carto-galería de Boedo, Elosía Cartonera, ubicada en la calle Venezuela 3892, sede de la prestigiosa editorial con catálogo cuir y pionera en hacer libros de cartón, se inauguró la muestra de Roland. Fue su primera muestra y en la misma el artista articula su trabajo como obrero de la construcción y la deconstrucción de los estereotipos machistas que invaden nuestra cultura. Una muestra que va a dar que hablar, exhibiendo los primeros pasos de un artista que puede llegar muy lejos.
El rubro de la construcción, al igual que el mundo de los deportes, se caracteriza por resaltar la heteronormatividad desplegadas en todas sus formas, donde el patriarcado y el machismo llegan a la cumbre de sus atrocidades.
El trabajador y artista plástico Roland (Alias Ramón Benítez para escribir artículos que fueron publicados en el Suplemento SOY de Página 12 –y que pronto tendrán forma de libro-) construyó dicho seudónimo para poder sobrevivir al bulling de sus compañeros, dada su orientación sexual de gay.
Roland trabaja su obra de manera conceptual, teniendo en cuenta que la construcción necesita una de-construcción, para lo cual se necesita sensibilizaciones, capacitaciones y apoyo por parte de los empresarios (constructores) que carecen de perspectiva de género y diversidad. Roland piensa que no es mucho lo que necesitan para que sus compañeros hagan el click, dado que ellos mismos sufren mucha discriminación al ser, en su mayoría, migrantes (de origen paraguayo como él, peruano, boliviano, colombiano o venezolano; las personas que migran del interior a la capital también sufren discriminación). Es este punto de interseccionalidad, que también es tenido en cuenta por Roland a la hora de trabajar su obra, que le da forma y dimensión a sus ideas, atravesadas por tener que ocultar lo que se ve, pero no se dice.
Roland usa las herramientas para decir y mostrar lo que no puede decir de otra manera. Con una pincelada minimalista y sombría utiliza el lenguaje de la construcción para intentar de-construir las paredes que se han levantado sobre sus espaldas sin previo consentimiento. Así es como la cuchara de albañil, el balde y los ladrillos empiezan a moverse y a hablar de otra manera. Con la premisa que “lo diferente es lo que sale de la norma”, es que este artista se propone salir del clóset con su arte, sin dejarlo en su trabajo.
Obras
Camisa de trabajo
Partiendo de la idea que todos los días, al llegar de la obra, Roland tiene que lavar, secar y planchar su camisa de trabajo (porque en el trabajo le suministran una sola muda de ropa y no puede presentarse al trabajo con otra ropa que no sea la reglamentada y otorgada por ellxs) es que se le ocurrió mostrar una de ellas, que ya está en desuso.
La camisa, a través de su uso y desgaste, permite imaginar las largas horas de una jornada de trabajo, más otra y otra, que esa camisa –cubriendo su cuerpo y persona- enfrentaron días de insoportable viento y frío, así como un calor exasperante en verano. Pero no todo lo que se muestra completa la personalidad de la gente. Si se la observa en detalle y se hace el esfuerzo de mirar hacia el interior (donde falta pero se figura el cuerpo del trabajador), se podrá ver las costuras del reverso de la camisa donde lleva zurcida la bandera del arco iris y la diversidad. Llevar dos vidas o una oculta, en paralelo, no es algo sencillo; pero es algo más común de lo que se cree, en Buenos Aires y en nuestros días. Solo es cuestión de observar y mirar lo que hay del lado de adentro.
Casco de albañil
Un casco blanco que dice Estudio, representa al estudio de arquitectura que es contratado por una consultora, que a su vez es tercerizada por otra y que ésta trabaja para otra empresa. Así, el sueldo de los trabajadores, por el pase de manos de un contrato a otro y de otro a otro se ve disminuido en más de un 50%.
Un casco amarillo representa a los obreros de la construcción, que no pueden usar otro color de casco sino el amarillo, que los marca y diferencia de los demás, sobre todo el jerárquico (blanco) que se mantiene siempre limpio y casi sin uso, mientras que el amarillo se caracteriza por contar con manchas de barro, huellas del viento y sequedad del calor, así como también de marcas de chispazos y otros efectos del trabajo.
Un curioso martillo, afilado y pesado, golpea incesantemente el casco amarillo (que lleva un cartel “SIN ESTUDIO” y una cinta blanca pegada en cruz, como la que se pega en los labios cuando se prohíbe hablar o reclamar algún derecho.
Facu Soto-AMEP
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