Linea Oeste

OBRA PÚBLICA IMPUESTA: ¿A QUIENES BENEFICIA?

02/02/2023
OBRA PÚBLICA IMPUESTA: ¿A QUIENES BENEFICIA?

Por Cristina Sottile*

“Hay dos maneras de concebir el mundo:

una, salvarse solo y arrojar ciegamente los demás de la barca.

Y otra, una manera de salvarse con todos, no dormir esta noche si hay un niño en la calle…”

Armando Tejada Gómez (Frag.)

 

 

Comenzaría respondiendo que no a la ciudadanía porteña, que desde hace 16 años se viene fogueando en el duro arte de resistir la imposición de obra pública innecesaria, destructiva del entorno, paisaje y relaciones sociales y que además no cumple con los requisitos legales de las instituciones de la Democracia, en algunos casos procediendo aun sin permisos, con lo cual podría darse la paradoja que el mismo ejecutivo podría clausurarlas.

No voy a profundizar en estos temas, que dieron lugar al surgimiento de múltiples instituciones barriales destinadas a defender plazas, murales, espacios verdes, arbolado, paisaje, el derecho a ver el cielo, adoquines, edificios y lugares históricos y demás, a veces exitosamente.  Otras no.

Me voy a referir a la Ciudad, como lugar que habitamos y/o transitamos.  Porque hay dos maneras,  por lo menos, de construir y planificar una ciudad: una, es aquella que contempla las necesidades de sus habitantes, y conforma sitios en los cuales somos co-constructores.  Espacios por los que transitamos, en los que podemos reconocernos y que nos permite movernos por un entorno al que estamos vinculados no solo laboral y socialmente, sino que tiene un contenido emocional.  Seguramente a cualquiera que lea esto se le puede ocurrir algún punto de evocación perteneciente al paisaje urbano, que guarde memorias de sí mismo o memorias sociales y colectivas que resultan valiosas y que nos permite hacer referencias de identidad.

Las diversas identidades de los barrios hablan desde el paisaje de su fundación, su crecimiento y su actualidad.  Y nos hablan de la diversidad cultural y social de quienes los habitan, lo cual es una riqueza social inestimable.

La segunda,  consiste en una planificación determinista desde un escritorio, que prioriza usos impuestos por sobre los que ya existen cultural e históricamente instalados.  Desde este lugar aparecen por ejemplo, la imposición de Distritos específicos relacionados a ciertas actividades, la zonificación de espacios públicos destinados a la recreación para prever de qué manera se va a utilizar cada zona de un parque, por ejemplo.  Aparece una ficticia necesidad de crecer en altura, en una ciudad que desde hace más de 50 años tiene una población de 3 millones de habitantes, aproximadamente. 

Y también aparecen obras que en nombre de un concepto de progreso que ya era anticuado en el Siglo XX, pretenden instalar la ilusión de la “mejora”, la “modernización” como ingrediente imprescindible para la mejora de la calidad de vida. Quiero aclarar que esto que sucede ahora en la CABA, ya era criticado por Jane Jacobs en el caso de la reconstrucción de Nueva York sobre la base de los mismos argumentos por parte de la industria inmobiliaria y de la construcción.

No es ajena a esta lógica la instalación de la categoría “velocidad” como deseable para mejorar nuestras vidas.  Con lo cual debemos preguntarnos además para quienes se diseñan estos modelos de ciudad, quienes son los protagonistas: si las personas que viven en ella y la transitan, o los autos y otros transportes.  Según la prioridad, es la Ciudad que tendremos como resultado, sin tener en cuenta además que en un contexto de cambio climático en curso, la destrucción de la Naturaleza urbana que parece necesitar tal “modernización” pone en peligro vidas y propiedades.   Sin mencionar la omisión de la consideración de transportes no contaminantes o no dependientes de combustibles fósiles.

Esta segunda lógica planifica sobre nuestras vidas según las leyes de mercado. 

En el desenvolvimiento histórico mundial, la acumulación de riqueza y la producción de la misma, se basó en principio en la apropiación y cercamiento de la tierra, llevando adelante en épocas de la expansión colonialista europea prácticas de extracción de bienes de la Naturaleza y trabajo humano (esclavizado o no).   A este proceso de acumulación de riqueza a partir de la extracción de riquezas naturales, (que pueden ser cultivos, tala de arboledas autóctonas, minería, agua y más) se le denomina extractivismo.

El problema es que estos procesos extractivistas en relación con la Naturaleza tienen un límite: las tierras tienen una superficie acotada, el agua se contamina, los bosques mueren y las minas y el petróleo se agotan.  Aparece entonces un nuevo tipo de extractivismo que consiste en operar sobre las ciudades para obtener beneficios económicos.  El caso de Nueva York a mediados del siglo pasado, ya mencionado, es un ejemplo que fue detenido mediante estrictas leyes en su momento.  Así como pasó en Europa.  La “modernización” de las ciudades fue frenada con durísimas leyes preservando el paisaje urbano y también un modo de vida, que fueron considerados un capital irreemplazable, ya que las identidades destruidas no pueden ser reconstruidas, salvo como escenografía, una cáscara sin contenido.  Nada reemplaza a la ciudad viva, y esto significa habitada.

Lo que se obtiene es lo que Delgado (2011) describe como ciudad fantasma, en la que hay una mutilación del espacio común, o sea del espacio público, que nos es enajenado, y aun una privatización de las calzadas, en las que se restringe y se determina la circulación, más allá de las normas de tránsito.  Ejemplo de esto son las ciclovías insertadas en zonas donde no hay costumbre ni necesidad de circular en bicicleta, las extensiones de vereda que permite a ciertos bares usar parte de la calzada, y variadas inserciones obstaculizadoras, ajenas a nuestra historia paisajística aun en pleno Casco Histórico: bolardos, postes metálicos, mobiliario urbano hostil y macetones de variados estilos. 

Y la instalación de estaciones de transbordo, tal como la de Flores, creando caos e inseguridad en la Avenida Rivadavia, donde antes no lo había.  O la obra salvaje que nos desposeyó del paisaje emblemático de la 9 de Julio, cuando lo que se proponía como alternativa era aumentar coches y frecuencias de un subterráneo ya existente. 

Como esta obra, y llego por fin al tema que nos convoca, que pretende construir carriles exclusivos para colectivos en avenidas que tienen un tránsito fluido, que no lo necesitan, y que además incidirían en la vida comercial de la zona, y para mal.  Como ya sucedió en la Avenida Juan B. Justo. Las Avenidas Alberdi y Directorio, en zonas que atraviesan las Comunas 7, 9 y 10, se verían gravemente afectadas por una decisión que no pasó por la legislatura ni por las comunas, probablemente para evitar que el masivo rechazo quedara registrado institucionalmente.  Una obra que atenta contra el existente arbolado público y los medios de vida de quienes integran los polos comerciales.

¿Qué pasa cuando la introducción de estas obras nos hace hostil y ajeno el lugar donde vivimos?  Sucede entonces que se cortan nuestros lazos sociales y emocionales, se  borra la memoria social,  el lugar se torna invivible, la población migra en busca de ambientes más amables, y esto se llama gentrificación y es una de las consecuencias esperadas del extractivismo urbano y las políticas basadas en lógicas de mercado.  Porque el retiro de población, es expulsión de la misma, tal como Roca lo hiciera en el presunto “desierto”, y su objetivo es la adquisición de tierras – tierras, no casas- en barrios de casas bajas para construir en altura.  Y no son viviendas, no, el tamaño de los espacios impide no solo pensar en hacer una familia, sino también en reunir amigos, pero claro, para esto están los polos gastronómicos.

En esta breve semblanza acerca de cómo opera el extractivismo urbano, es necesario terminar diciendo que se vulneran derechos colectivos: derecho a las identidades, a la calidad de vida, al ambiente sano, al paisaje urbano, todos ellos contemplados por la UNESCO o incluidos en la declaración de los DDHH. 

Esto es lo que nos habilita para exigir seamos escuchados ante tales avanzadas.  La democracia participativa provee espacios destinados a esto, expresados en la Constitución de la CABA y en la Ley de Comunas.  Y en todo caso, si no saben qué hacer con el presupuesto, que dialoguen de verdad, que quienes participamos en nuestras comunas sí conocemos cuales son las prioridades.

 

*Lic. en Cs. Antropológicas   FFyL – UBA e integra    la Comisión de Cultura y Patrimonio del Consejo Consultivo Comunal 7  



 
 

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