Linea Oeste

¿Víctimas, cómplices o culpables?

26/06/2016
¿Víctimas, cómplices o culpables?

Situaciones particulares en la cotidianeidad de los Consorcios de propiedad horizontal

En la difícil convivencia de un consorcio de propiedad horizontal, donde el saludo o falta de él, un riego desmedido de la maceta, el ruido molesto en horas de descanso, la falta de una reparación particular, o el retumbe de los muebles corriéndose en el departamento de arriba, entre muchos ejemplos, hacen que nos planteemos una mudanza; hay que sumarle la tan desgastante parte económica a cargo de la administración del Consorcio.

Sin importar su origen, propia o contratada, la administración de un consorcio de edificios es el punto más crítico que sus integrantes tienen; actividad sumamente desacreditada y/o sospechada de corrupción y que, paradójicamente, es la menos controlada. Apelando a la honestidad bruta, ¿cuánto tiempo nos tomamos para leer de forma completa la liquidación de expensas qué nos es entregada mensualmente?

 Un paso importante es reconocer la importancia y responsabilidad que tenemos todos los integrantes de Consorcio, (propietarios, inquilinos y/o ocupantes de cada unidad funcional), en la mantención, rentabilidad, y prosperidad del mismísimo edificio.

Juguemos mentalmente un rato y asumamos que nuestro Consorcio de propietarios es un Empresa societaria; donde los consorcistas son los socios; su producto es el mismo Edificio; los encargados, personal de limpieza y de vigilancia son sus empleados; los proveedores son los plomeros, gasistas, albañiles, electricistas, fumigadores, conservadores de ascensores, etc; y el Directorio es el Consejo de Administración. Toda empresa necesita de un gerente general que se encargue coordinar todas las facetas del negocio, y es el Administrador del consorcio quien cumple esa función.

El Gerente general intentará desarrollar profesionalmente la tarea para la cual fue contratado; cumplir con disposiciones legales, administrativas y contables de la empresa; buscar a los mejores proveedores y controlar la calidad de sus materiales para que el producto a comercializar sea el mejor del mercado; contratar a los empleados más capacitados, verificar que cumplan con sus responsabilidades, ayudarlos a desarrollar sus actividades de forma placentera y lidiar con sus gremios; y satisfacer los requerimientos del Directorio. Arduas tareas de por sí, pero esa es su función.

Las numerosas tareas que desarrolla el Gerente general deben ser controladas por un organismo interno de la empresa, porque se sabe que puede fallar, y esa función recae en el Directorio, una pequeña selección de socios que representan los intereses de sus pares; quienes, más allá de auditar su gestión, lo acompañan y guían en la toma de decisiones. También procuran que la empresa genere réditos para toda la masa societaria.

Sin alguno de estos “puestos” sería muy difícil que la empresa funcionara de forma correcta y beneficie ganancialmente a los socios, únicos realmente interesados en que no quiebre.

Volviendo a la realidad, el administrador de nuestro consorcio es un ser humano y como tal no es infalible; razón por el cual debemos estar atentos a sus tareas y asumir el rol que nos corresponde, ayudándolo a que pueda cumplir con el objetivo que fuera contratado: cuidar y enaltecer a nuestro inmueble.

Se sabe que cuantos más controles hay el índice de error disminuye, pero consigo hacen que las tareas sean muy complejas; he ahí donde debemos ser hábiles para incorporarlos equilibradamente.
Cada consorcio tiene su propio ritmo, particularmente sabrán cuales son los correctos a implementar.

Si cada uno de nosotros cumplimos con el rol asignado, el nivel de éxito es muy alto. Animémonos a brindar ese pequeño sacrificio de informarnos, consultar, opinar y, por último, exigir; de nosotros depende… no les parece?

Hernán Quirós | hernan.quiros@gmail.com


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