La independencia como valor político es un proceso permanente que hay que ir construyendo, conquistando, recuperando si queremos sostener los ideales de soberanía y autodeterminación. Un país es independiente cuando piensa en sí mismo en relación con los otros países hermanos, especialmente latinoamericanos, que han pasado por la misma historia de conquista y despojo. Mientras siga habiendo desigualdad social producto de la injusta distribución de la riqueza nacional, mientras algunos sectores agroexportadores, empresariales y mediáticos quieran tener el liderazgo político a espaldas de los intereses populares y de la estabilidad institucional, seguiremos siendo dependientes y esclavos. 

Recién cuando un gobierno nacional y popular profundice los cambios iniciados, podremos pensarnos dentro de una América independiente, una América criolla, india, negra y mestiza, que viene fragmentada por voluntad de los nuevos imperios a cambio de una Patria Grande en la que no sólo estén incluidos Tupac Amaru, San Martín, Bolívar, Artigas, Belgrano, Sucre y Martí sino también otros líderes latinoamericanos que siguieron sembrando justicia e igualdad social, soberanía económica y el ejercicio de un estado de derecho pleno. No abandonemos ese rumbo, hoy tan vapuleado en la región.

 

Ana María Salvador